
La memoria aparece como un tejido frágil, hecho de fragmentos que se enlazan para dar forma a una historia. No es una historia única: comienza con quien nace en una tierra y debe caminar hacia otra, en un desplazamiento donde el deseo propio se confunde con la imposición.
En esta trama se hace visible el desarraigo: un no lugar, un no ser. Lo que ha quedado al margen en esta microhistoria se transforma aquí en preguntas sobre los orígenes, sobre nombres que ya no existen, sobre lo que persiste a pesar de la partida.
El gesto manual ocupa un lugar central en este proceso. A través del bordado y el tejido, las imágenes se construyen a partir de pequeñas unidades —puntadas, nudos, pixeles— que evocan la manera en que la memoria se compone de fragmentos dispersos. Cada superficie es una metáfora de lo incompleto, de la imposibilidad de recomponer un relato total, pero también de la persistencia en volver a intentarlo una y otra vez.
El azul emerge como el signo más claro de este recorrido. Un color que atraviesa la obra y la biografía: no solo por su resonancia en la cosmovisión mapuche, sino por el silencio cargado de nostalgia y melancolía que lo acompaña. Azul como un grito sordo, una historia no contada, un abrazo que nunca llegó. Azul como todo lo que se ha ido quedando en la orilla del camino.
Ayline Figueroa Alveal (1996, Santiago, Chile) es artista visual con un enfoque en prácticas textiles, como el bordado y el tejido a crochet. En 2025 egresó de Artes Visuales en la Universidad Diego Portales, desde donde ha desarrollado un trabajo que explora temas como la memoria, la historia familiar y la identidad cultural.
Ha presentado su obra en exposiciones académicas y en la muestra colectiva Arte en construcción en KSA8 (2024), donde exhibió piezas que dialogan con la memoria personal y colectiva a través de procesos manuales e íntimos.