Taller de Hábitos Lectores: ¿Se pueden adoptar nuevas formas de leer?

Crónica de un taller de Hábitos Lectores que pone en tela de juicio las normas tradicionales. Dictado por Carlos Lloró, para el Proyecto Sureñas.

Todas las personas leen, es un hecho. En mayor o menor medida, ocasional o constantemente, por afición o por deber, la lectura acompaña sus días y, estoy segura, existen maneras de leer como libros en el universo. De eso y más va la siguiente crónica.

El pasado 3 de septiembre se realizó en el Campus Monseñor Sergio Contreras Navia el taller “Cómo diseñar buenos hábitos de lectura” bajo el alero del proyecto Sureñas: mujeres-escritura-territorio, que busca fortalecer los vínculos entre escritoras de la región y la academia. El taller contó con la guía del músico y escritor cubano Carlos Lloró, quien desplegó una serie de tópicos sobre cómo leer, en una atmósfera llena de oídos ávidos que se iluminaron esa fría tarde.

Por definición de la RAE, un hábito se explica como: Modo especial de proceder o conducirse adquirido por repetición de actos iguales o semejantes, u originado por tendencias instintivas. En los sesenta, el Dr. Maxwell Maltz habló del plazo que se necesitaba para acostumbrarse a un cambio, dando origen al mito de los 21 días. Sin embargo, hablar de hábitos lectores requiere preguntas previas. ¿Por qué, para qué, cuánto, cuándo, cómo y qué leemos?

 

La receta mágica: el contexto lector de cada persona

Como existen infinitas variables para responder estas preguntas y tomando en cuenta las motivaciones lectoras, resultaría bastante infructuoso ranquear la eficacia de tal o cual hábito, o establecer el “decálogo lector”.

No obstante, puedo comentar cómo un escritor de vasta trayectoria aborda esta temática y las ideas que surgieron en la sesión, para que cada quien adopte, investigue, rechace o cree lo que mejor le funcione, de acuerdo a sus objetivos.

 

¿Cuánto leer? Aprender a soltar

Portadas libros La paradoja de la decisión y Los demasiados libros.
Portadas libros La paradoja de la decisión y Los demasiados libros.

El primer desafío lector se presenta al pararse frente a la librería virtual o física, propia o de biblioteca, en que una ola de páginas te invita a navegar por los más insólitos derroteros. Contrario a lo que pudiera pensarse, B. Schwartz en La paradoja de la decisión, propone una idea reveladora: más opciones no siempre significan mayor libertad y satisfacción. De hecho, pueden generar ansiedad (¿cómo hago para llevarme el mejor?), parálisis (no sé cuál elegir) y arrepentimiento (debí haber comprado el otro). 

Mientras más alternativas hay, más difícil resulta escoger un libro. Por lo tanto, la primera reflexión sería “no nos alcanza la vida para leerlo todo”; ergo, aprender a soltar es el primer consejo.

Otro de los libros que el profesor saca de su raído maletín hace eco de lo mencionado anteriormente. “No necesitamos recorrer todo el bosque para disfrutar de un paseo” dice Gabriel Zaid en Los demasiados libros, un ensayo que analiza el fenómeno de la explosión editorial y señala a la lectura como un acto libre y gozoso, que no debe obligarse: debe proponerse. Con esta última frase se alivia un poco la “carga moral lectora”, transitando desde el deber leer hacia el querer leer, sacándole el imperativo y, de paso, la culpa.

 

La culpa lectora

De pronto, una mano se levanta en la sala y una estudiante señala la culpa que siente al leer ficción, cuando debería estar ocupando ese tiempo en textos académicos. Entonces, el profesor compasivamente la mira y abre el debate señalando: “entonces si no te sientes bien leyendo, no lo hagas”. Otras participantes del taller apoyan la frase, indicando que también se autoimponen disciplinas lectoras que, al no cumplirlas, desatan sentimientos encontrados.

En ese momento comienza el debate sobre los hábitos lectores y cómo varían dependiendo de los intereses de cada quien. Otra persona sugiere que hay distintas maneras de acercarse a la literatura, no necesariamente a través de los libros físicos, sino también con películas, clubs de lectura, diarios de lectura, audiolibros y otras alternativas que ofrecen “literatura en distintos formatos”, como si fuera medicina inyectable, en grageas, en jarabe o inhalación.

 

Diarios de lectura: un maletín de recursos

Desde los comentarios al margen en manuscritos del medioevo hasta los bookstagramers, las personas han querido plasmar un registro, a modo de archivo, entretención o estudio, las lecturas que realizan. Al hablar de una trama, se comparte la experiencia emocional, la empatía hacia los personajes y sus vicisitudes, los juicios de valor, entre otros elementos que conectan directamente con una contraparte. Además de generar conexión social y sentido de pertenencia, se presentan procesos químicos placenteros, relacionados con la dopamina y oxitocina tanto en quien cuenta la historia como en quien la escucha.

Infografía realizada a mano en un cuaderno con datos lectores.
Ejemplo de infografía de un año lector.

Un formato más íntimo es el que presentan los diarios de lectura, conocidos como reading journals, que pueden ser una herramienta ideal para esas personas lectoras que quieren leerlo todo. Compilan una serie de ideas literarias, alivianando la carga mental cuando son traspasadas a un formato físico. Y respecto al formato, no se restringe solo al plano análogo (lápiz y libreta), sino que también existen apps para llevar los registros.

En cuanto a la estética, puede variar entre lo minimalista y lo rococó, guardando relación con la funcionalidad que se le quiera dar. Por ejemplo, puede bastar con un listado del país de origen de nuestras lecturas o hay quienes (me incluyo) dibujan un mapamundi coloreando los lugares según algún criterio determinado.  

Para abrir horizontes, menciono aquí algunos tópicos que suelen estar en una bitácora de lectura:

  • TBR (To be read): una lista con los libros pendientes.
  • Libros favoritos: con miniaturas de las portadas o sus títulos.
  • Desafíos lectores: llevar un recuento gráfico de las páginas leídas.
  • Citas entrañables: dejar un espacio para que cada vez que algo llame la atención, se pueda transcribir en este lugar.
  • Ranking de libros: ya sea pintando estrellitas o puntuando con números.
  • Estrenos literarios (en cine o librerías): averiguar y anotar la fecha de los estrenos esperados.
  • Bookstagramers o Booktubers favoritos: la memoria es frágil, resulta útil anotar el nombre de usuaria/o para visitarle después.
  • Libros del mundo: conocer distintas realidades diversificando el origen étnico o geográfico de los libros puede enriquecer la experiencia lectora.
  • Reseñas de libros leídos: un ayuda memoria para personas que leen mucho. Escribir uno o varios párrafos con las sensaciones que quedaron al finalizar un libro hace revivir emociones al leerlas nuevamente pasado algún tiempo.

 

Lloró y sus hábitos lectores

“Uno no es lo que es por lo que escribe, sino por lo que ha leído”, dijo Borges y para un escritor como el que está dictando el taller, esta oración cobra un significado robusto.

Paradójicamente, Carlos Lloró no es un lector estricto y estructurado. No puede serlo, por su naturaleza divergente y escrutadora. Los libros más extraños que he escuchado, él los ha leído o los conoce. Algunas curiosidades:

Carlos Lloró leyendo con su maletín a un costado, del cual salen libros multicolores
Dictado por Carlos Lloró, en el Proyecto Sureñas.

  Le encanta subrayar los libros, hacer anotaciones en los márgenes y hacer anotaciones de las anotaciones.

  Hay libros que solo hojea.

  De vez en cuando refresca su biblioteca vendiendo “paquetes de pandora” un paquete sorpresa cerrado, con libros de distinta índole.

  Regala libros, los deja abandonados en lugares públicos. Le fascina ver la reacción de quienes los encuentran.

  Si un libro no le gusta, lo deja de lado. No se culpa, solo lo deja.

  Una vez al año tiene que leer “El fin del mundo y un despiadado país de las maravillas”, de Murakami

  Compra libros y no los lee. Y no, no le genera culpa.

  Es fanático de los aforismos, de las listas y de libros que no pertenecen a ningún género.

 

¿Existe una forma correcta de leer?

Para quienes esperaban un manual de hábitos lectores, un paso a paso de cómo leer más y mejor, el taller y esta crónica probablemente no cumplan con sus expectativas; sin embargo, ambos entregamos distintas miradas de cómo vivir la experiencia literaria, coincidiendo en una mirada liberadora, que ponga al acto lector en un lugar de confort, que sea capaz de adecuarse al estilo de vida de las personas.

Ahora bien, si quien está leyendo estas líneas requiere de mayor estructura, cabe recordar que hoy, gracias a las tecnologías generativas, es posible diseñar una disciplinada rutina que abarque exhaustivamente todos los intereses que se quieran cubrir.

Pese a lo conveniente que pudiera sonar aquello, significa que tendríamos que aceptar la culpa de haberle pedido a una máquina que lea por nosotros, haga un análisis y nos diga cómo leer y como dice un tiktoker por ahí: ¿“Podís vivir con eso”?

 

Por: Cecilia Vega, colaboradora de contenidos.

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