Ángel Mestre, ingeniero de profesión y gestor cultural de vocación, nos visitó desde Barcelona en el contexto del Seminario Araucanía Cultural, que se realiza desde el 2016 en colaboración con la Seremi de las Culturas, las Artes y el Patrimonio,. Éstas son las notas que tomó en la ocasión quien firma abajo.
UCT y su vínculo con la cultura.
Desde sus orígenes, la Universidad Católica de Temuco ha estado estrechamente relacionada a las culturas. En 1990, de la mano de un visionario Carlos Oyarzùn se inauguró el Aula Magna donde se han desarrollado innumerables encuentros artísticos y culturales, que lo convierten en un referente regional. En esta ocasión, el punto de encuentro fue el Auditorio H2, del Edificio Teresa Durán y no creo que sea coincidencia que el recuerdo de la destacada académica dé nombre al lugar donde conocimos a este señor.
Bienvenida local
La recepción de las personas estuvo a cargo de un coffee con tintes tradicionales: además del té y café, habían termos, mate, sopaipillas y otras delicias. Puede parecer un detalle menor, pero un comienzo cálido y sabroso en una fría jornada, aporta positivamente a la disposición y la escucha. Este tipo de gestos impulsa la interacción distendida entre las personas, la comunicación directa con el conferencista, el intercambio de posturas y opiniones que además quedaron plasmadas en multicolores papelitos pegados en un panel para su posterior sistematización.
La importancia del diseño de una charla
Ángel Mestre, un hombre sencillo, un tipo común y corriente, vestido con jeans y polera del MET, vestido de manera casual, de unos sesenta años, pelo rizado con varias canas se desplaza por el espacio desenvuelto y pleno, acompaña su discurso con una presentación minimalista, donde la imagen y algunos titulares de alto impacto son suficientes para complementar la oralidad. Nada de indicadores, sábanas de texto ni formatos institucionales.
Tanto su estética como su conversación están claramente orientadas a hacer participar a las audiencias de una “experiencia cultural” que se configura más bien como un encuentro que como una charla unidireccional. Pregunta opiniones, genera quiebres, sostiene mantiene la atención en una jornada no menor. Cómodamente navega en un terreno en el que se siente seguro, pero humilde, con esa seguridad que da la pasión de transmitir a otras personas aquello que encontró y que le sumó alegría a sus días, acciones que (se nota) aún resuenan en su interior.
La gente quiere sonreír
Una de las historias que nos cuenta Ángel Mestre, tiene que ver con el vínculo significativo que se establece entre dos polos aparentemente opuestos y de cómo las personas dan significado a los espacios.

En 1990 una sucursal del gigante Mc Dondald´s ubicada en un suburbio de Marsella, pasó a cargo de Kamel Guemari que trabajaba desde los 16 años en sus dependencias. Su esfuerzo y dedicación hicieron que el restaurante se transformara en fuente de trabajo para el barrio y en tiempos de pandemia en un “fast food social” sirviendo a la comunidad como comedor, punto de reunión y servicio público. Cuando quisieron cerrarla, el vínculo con la comunidad era tan sólido que se opusieron férreamente y lograron mantenerlo abierto.
Independiente a las connotaciones que pudiera tener una franquicia global, el punto que destaca el orador acá es el compromiso de una comunidad con un local que generó tal impacto en sus vidas, que lo defendieron a toda costa. Y Mestre lanza una pregunta clave:
“¿Tu comunidad, haría lo mismo por tu iniciativa cultural?”
Queremos Sonreir: un libro y una idea universal.
Y como por arte de magia, Ángel Mestre salta a otro tópico. Nos presenta un libro que desarrollaron con su equipo titulado “Queremos Sonreir”, inspirado precisamente en el slogan de la cadena mencionada. ¿Por qué? porque los sentires humanos son transversales y más allá de las diferencias propias, todas las personas quieren lo mismo, quieren sonreír. Menciona el caso de “Bruno Morales” y su libro Grandeza Boliviana, que evidencia de forma tragicómica la universalidad de las preocupaciones humanas que pueden ser extrapoladas de un lado del mundo a otro. Ante tales argumentos, Mestre interpela a la audiencia a cuestionar su rol e intención cultural. ¿Queremos hacer sonreír a la gente?
No es caridad, es un derecho.
El acceso a la cultura, disfrutar de las artes y compartir avances científicos y sus beneficios no es un acto de bondad del gobierno de turno, sino un derecho consagrado en el artículo 27 de la Declaración Universal de Derechos Humanos. E incluso la protección, educación y difusión del patrimonio son parte fundamental en esta iniciativa, es decir, no basta con tener la cultura resguardada entre cuatro paredes, sino que tiene el mandato de ser compartida, enjuiciada, construida, complementada… en otras palabras, debe ser “vivida”.
Las entidades culturales estamos llamadas a propiciar ese encuentro y a permitir que “la cultura” se convierta en “las culturas” y un “consumidor pasivo” en “un protagonista”.
No es fácil. Salir de la hegemonía cultural implica necesariamente traspasar los límites actitudinales y conceptuales para poder conocer otras realidades y construir saberes en conjunto, nada nuevo, pero en la lógica de la escucha activa significa tener que recibir juicios positivos o negativos y no siempre estamos en la disposición de hacerlo.
Compartir afectos
Hacer cultura es complejo, no podemos forzar los procesos, ni los tiempos, pero sí podemos propiciar espacios y encuentros donde se puedan compartir cultura y afectos, un lugar donde florezca y se evidencie su poder transformador, su impacto económico y social, más allá de la entretención.
Los procesos participativos, donde la comunidad se hace parte desde la génesis con sus sostenidos y bemoles (nunca antes mejor aplicada la analogía), deben inexcusablemente poner a las personas en el centro y nutrirse de los distintos saberes para generar propuestas innovadoras (o no) que involucren a las personas, que generen impacto genuino en cuanto a calidad y no cantidad, donde se sientan escuchadas, tomadas en cuenta y por sobretodo partícipes reales.
“La gente opina. Debemos apostar por la participación» Ángel Mestre.
No necesitamos sacar fotos sin butacas vacías, llenar salas de concierto, teatros enteros o un millar de seguidores en redes sociales, sino personas comprometidas con la cultura, que vibren y se emocionen. Pero sobre todo, una comunidad apropiada del espacio, que vive, comparte y co-crea su visión de cultura. De modo tal que que el día de mañana sean individuos dispuestos a defender ese espacio fìsico o intangible, tal como en un día en una barrio ubicado en la cuna de la gastronomía mundial se defendió un Mc Donalds.
Puedes revisar el registro fotográfico de la actividad haciendo click en este enlace: Álbum Araucanía Cultural
Ángel Mestre
Director General de Trànsit Projectes.
Coordinador Académico de la Maestría de Empresas e Instituciones Culturales de la Universitat de Barcelona
Presidente de Estudis i Projectes Socials.
En redes sociales @mestresbcn
Por: Cecilia Vega, colaboradora de contenidos.