El académico y restaurador fílmico estuvo dictando dos clases maestras, ello en el marco del Mes del Cine que organiza la U. Católica de Temuco durante todo junio.
Jaime Córdova no solo vive y respira cine, sino que es también uno de los chilenos que ha contribuido de manera significativa a la restauración y descubrimiento de películas perdidas nacionales. A sus 50 años, el conocimiento que ha acumulado sobre la historia del séptimo arte, así como la tarea de velar por el cuidado de materiales antiquísimos para la proyección y resguardo de las películas, hace pensar que es difícil resumir todo lo que sabe en clases magistrales. De todas formas, realizó tal tarea en dos extensas jornadas que dieron comienzo al Mes del Cine en la Universidad Católica de Temuco.
Organizado por el Portal Artístico Aula Magna UCT, Córdova inauguró la primera de cuatro semanas con muestras de películas, documentales, así como espacios para aprender más del mundo fílmico. La visita del director del Festival de Cine Recobrado de Valparaíso y de la Cinemateca del Pacífico no dejó indiferente a sus asistentes, quien enfatizó durante su visita la importancia de preservar el patrimonio fílmico chileno, subrayando la necesidad de ver el cine histórico no solo como entretenimiento, sino como un valioso testimonio.
“El rescate del material, sobre todo el material patrimonial chileno, su importancia radica en no ver esas películas como películas comerciales, sino contemplarlo como una forma de documento de archivo, de registro testimonial histórico, como herencia patrimonial y cuidar lo poco y nada que se ha salvado”, considera Córdova, quien señaló que la tarea está llena de dificultades.
Entre las múltiples razones detrás de la pérdida masiva de películas chilenas de las primeras décadas del cine, el experto señala tres puntos. Primero, el desconocimiento sobre cómo almacenar el material. “La gente no sabía cómo guardar las películas que eran inflamables”, precisa. A ello se suma la falta de interés y la desidia de quienes tenían acceso a estos materiales también jugaron un papel crucial en su desaparición. La falta de un organismo estatal que se preocupara por la recuperación y conservación del cine ha sido un problema persistente en Chile, siendo los esfuerzos de rescate liderados principalmente por particulares.
Recordemos que son casi 130 años de historia oficial del cine desde la primera exhibición pública el 28 de diciembre de 1895. De 84 películas con argumento filmadas en el territorio nacional entre 1910 y 1931, sólo existen cuatro películas. Hay cerca de 492 noticiarios en la época muda, de los cuales no se conserva ninguno. Hay dos dibujos animados de los cuales se conserva uno de ellos y un total de 451 documentales, de los cuales hay más o menos unos 80. “Gran parte del patrimonio fílmico de las primeras décadas del cine chileno que comienza el año 1897, año de la primera filmación hecha en Chile, hay muy poco”, manifiesta.
Si dimensionamos en el tiempo, las primeras cinetecas mundiales datan de mediados de los años 30. Dichas instituciones encargadas de resguardar, preservar y difundir el patrimonio cinematográfico y audiovisual de un país comenzaron con la Cinemateca Francesa, que nació en 1935 con la preocupación de salvar el cine mudo. “La cineteca chilena recién comenzó a operar en 2006. En el pasado, se perdieron películas porque nunca tuvimos un organismo dependiente del Estado, preocupados por la recuperación, el hallazgo y la búsqueda”, declara inquieto, dando cuenta que son los esfuerzos de privados los que se han encargado de buscar películas. “Y esto no solamente pasa acá en Chile, y lo digo con cierto orgullo porque soy parte de ese proceso. En Argentina también no existe la Cinemateca Nacional Argentina del Estado”, compara.
El Valor Patrimonial y la Restauración
Al hablar sobre la restauración en sus clases, Córdova fue crítico en el trabajo actual que se realiza con obras del pasado. “En el fondo, cuando uno termina viendo una película que ha pasado por todos esos procesos que son computacionales, uno no está viendo la película original, está viendo un proceso mejorado. Eso no es restaurar”, enfatiza el cineasta, quien ha trabajado detrás de cintas como Incendio (Chile, 1926) El hechizo del trigal (Chile 1939), Flor del Carmen (Chile, 1944), La transmisión del mando supremo(Chile, 1921) o La gota de sangre, del director John Ford (1918), cinta muda perdida a nivel mundial.
Para Córdova restaurar tiene un límite ético, que es solamente llegar hasta un punto que es aquel que la película contiene y conservar sus defectos propios de la época, entendiendo la tecnología vigente cuando la película se hizo. De traspasar esa línea, ya pasa a ser, en sus palabras, una modificación, una transgresión a la época o a la visión de un director.
El profesor tomó el caso de El Ciudadano Kane de Orson Welles, estrenada en 1941 y considerada un clásico del cine. “La escena después de la exhibición del noticiario, en las sombras de la sala se ven los rostros de todos los actores. Welles, cuando estrenó la película, le impidió a los espectadores ver esos rostros porque como no tenía recursos, reutilizó los mismos actores que después iban a aparecer otros personajes. Los dejó en sombras, en un contraluz bastante fuerte”, destaca. Sin embargo, cuando uno revisa la copia en formatos digitales como el Blu-ray, se ven los rostros de todos los actores. “¿Dónde queda el respeto por la visión de Welles? ¿Será que las nuevas generaciones son ávidas por ver todo, por querer ver todo? Las grandes compañías muchas veces son capaces de traicionar la naturaleza del material para darle el gusto a los consumidores”, argumenta.
Ante los puntos expuestos, Jaime Córdova cree que la restauración debe devolver algo a su condición original y nada más. En la misma línea, también expresó su preocupación por la conservación en la era digital. “Un archivo digital tiene una vida útil de aproximadamente cinco o máximo diez años antes de que quede obsoleto y sea cambiado, renovado o mejorado por otro dispositivo digital”. Este corto ciclo de vida de los formatos digitales representa un desafío significativo para la conservación a largo plazo del patrimonio fílmico, sobre todo considerando que en 2014 se acabó el proceso de producción y comercialización del formato fílmico y pasamos de lleno a la era digital en la cual estamos inmersos.
“Una película en soporte de poliéster perfectamente almacenado según los fabricantes, puede durar entre 300 y 500 años. Nunca ningún dispositivo digital va a durar con estabilidad esa cantidad de tiempo”, considera el académico.
Las palabras de Jaime Córdova en Temuco son un llamado a la acción para todos aquellos involucrados en la conservación del patrimonio cultural. La combinación de desconocimiento, desidia y falta de apoyo institucional ha llevado a una pérdida irreparable de la historia cinematográfica chilena. Sin embargo, los esfuerzos continuos de restauradores y académicos pueden ayudar a preservar lo que queda de este valioso legado para las futuras generaciones.
Compartimos entrevista realizada
Con una pasión por el cine que nació a sus 3 años, cuando veía en la televisión películas de John Ford, Terence Fisher y de Howard Hawks, Jaime Córdova es un nombre autorizado para hablar del séptimo arte, su historia y sus curiosidades. Asentado en la región de Valparaíso, Córdova ha contribuido en velar por la restauración y descubrimiento de películas perdidas, siendo un guardián del pasado al trabajar en la protección de cintas nacionales mudas, lo que lo llevó a ser el actual director del Festival de Cine Recobrado de Valparaíso, un encuentro fílmico no tradicional al mostrar a la vieja usanza películas análogas, reviviendo tiempos en donde no había posibilidad de ver imágenes perfectas o reproducir extensas historias en un celular.
Hoy, el académico de la Universidad Viña del Mar, visitará Temuco gracias a una invitación de la Universidad Católica de Temuco para participar del “Mes del Cine”, donde impartirá clases magistrales sobre la historia del cine y restauración fílmica. Organizado por el Portal Artístico Aula Magna UCT, durante cuatro semanas habrá muestras de películas o documentales, así como espacios para aprender más del séptimo arte, que comenzará la celebración con la visita del también director la Cinemateca del Pacífico en la histórica ciudad porteña. En la previa de su visita, Jaime Córdova conversó sobre las actividades por venir en La Araucanía.
-Me gustaría saber sobre las actividades que vas a realizar en los talleres de la primera semana de junio.
Vamos a hacer una charla extensa sobre la historia del cine, revisando los principales hitos, directores, escuelas, corrientes y también la decadencia inevitable que acompaña a toda forma artística en este mundo posmodernista.
El día miércoles tendríamos una actividad vinculada a la restauración fílmica. Vamos a ver los principios de la restauración, lo que es la búsqueda y el rescate del cine patrimonial, la necesidad de rescatar esas imágenes y esas películas. También veremos los diversos formatos y cuidados que se requieren para la conservación de los films, que son muy delicados.
-¿Por qué el cine se ha vuelto quizás un punto de encuentro para todas las artes? Como alguna vez lo dijo Raúl Ruiz, permite que la poesía, la arquitectura, la imagen, el canto se encuentren en un solo canal de expresión.
Todas confluyen en el cine y principalmente también lo que es la literatura en el caso de los guiones, el teatro con la actuación, etcétera. E incluso puedes ver el tema de la pintura con la iluminación o la dirección de fotografía, etcétera. El cine por tener imagen, movimiento y sonido se presta para que todas estas artes confluyan en dos aspectos, en un producto que sea narrativo, con una narrativa tradicional, o bien bajo una forma vanguardista de no narrar, sino que de crear sensaciones y experiencias intelectuales, profundas o abstractas en los espectadores. El cine decanta por dos caminos, algo concreto y narrativo, o algo abstracto e intelectual. Por ello, es que todas las artes se dan la mano a través de la imagen y el sonido que componen la película. Creo que ese es el sentido del cual hablaba Raúl Ruiz.
-El cine, para ser un arte tan joven que no tiene más de 150 años, también hay una tarea importante de restauración, de velar por el cuidado de estas cintas en formatos tan delicados. Tú te has encargado de ello como guardián de archivos, ¿cómo ha sido llevar a cabo esta tarea?
Son casi 130 años de historia oficial del cine desde la primera exhibición pública el 28 de diciembre de 1895. El rescate del material, sobre todo el material patrimonial chileno, su importancia radica en no ver esas películas como películas comerciales, e intentar equipararse a las expectativas que tienen los espectadores actualmente. El cine hoy día es muy distinto a lo que era en esa época, sino que habría que contemplarlo como una forma de documento, de archivo, de registro testimonial, histórico, como herencia patrimonial y cuidar lo poco y nada que se ha salvado. De 84 películas con argumento filmadas entre 1910 y 1931, sólo existen cuatro películas. Hay cerca de 492 noticiarios en la época muda, de los cuales no se conserva ninguno. Hay dos dibujos animados de los cuales se conserva uno de ellos y un total de 451 documentales, de los cuales hay más o menos unos 80. Gran parte del patrimonio fílmico de las primeras décadas del cine chileno que comienza el año 1897, año de la primera filmación hecha en Chile, hay muy poco.
-Lo importante es que se rescata y se espera con paciencia las películas por aparecer.
Sí, atentos, siempre buscando, preguntando, indagando. Yo creo que esa es la única forma de dar con el paradero de estas películas viejas, a menos que uno espere que los rollos de película comiencen a caminar o aprender a caminar, lo cual es muy difícil. Por lo tanto, hay que empezar a siempre estar investigando, como un ejercicio para luchar contra el olvido, contra la desaparición, porque las películas, por su composición química son muy difíciles de conservar, y ahí se hace necesario la conservación, la restauración, la difusión de esas películas y como tú decías, de convertirse de alguna u otra forma en guardián de estas piezas históricas que le pertenecen al autor chileno.
-Frente a tu visita, también creo importante destacar el trabajo que has hecho con el Festival de Cine Recobrado. ¿Cómo ha sido para ti estar a cargo de un festival no tradicional y de lo que ello significa?
La realización del evento ha sido maravillosa. Es una experiencia hermosa, pero los entretelones y sobre todo las incertidumbres del financiamiento por parte de instituciones gubernamentales es una pesadilla. Que el hecho de repente despertar en la noche sabiendo que no tienes dinero para hacer el festival, de que no han salido los fondos concursables, de que no sabes si vas a poder hacer el festival a pesar de que el festival de alguna u otra forma siempre lo hemos hecho durante 27 años de forma continua, es un peso extra al tema de la gestión y la realización de un evento maravilloso, único en Sudamérica, que es un festival dedicado al patrimonio fílmico.
La gracia es que este festival, a diferencia de muchos otros festivales o de casi todos ellos, es que se hace acudiendo a la proyección en formato fílmico de las películas restauradas o bien copias de archivo que tenemos acá, que vienen de Argentina o de otros países. Es una experiencia para los jóvenes espectadores que ya no conocieron el cine análogo, que se acabó hace diez años y que solamente tiene la experiencia perfecta, prístina y plástica del digital. Acá no, la imagen cinematográfica es imperfecta, tiene granos de la emulsión fotográfica, tiene rayas, hay cortes, hay desgaste. Pero también en esos daños está inscrita la historia que tiene la copia de esa película, los cines por los que pasó, cuántas veces fue vista. Y lo que estamos proyectando a veces son las copias de estreno en Chile que tienen 50, 60, 70, 80 años. Es decir, estamos viendo la misma película que nuestros abuelos y bisabuelos vieron en las salas de cine. Yo creo que ese es el valor. Cualquier persona puede tener un DVD, un Blu-Ray o descargar una película y verla de forma digital. Pero lo que estamos haciendo acá es encontrarnos presencialmente y materialmente con estas copias originales.
-Me hace pensar en “Bastardos Sin Gloria” cuando se queman los celuloides.
Sí, porque las películas eran inflamables, eran de nitrato. Y creo que intentaremos quemar algunos trozos de nitrato en la charla para que la gente comprenda el poder destructivo del nitrato de celulosa (risas).
-Siempre interesante citar a hablarse de cine, pensando que la historia está conectada con los avances tecnológicos. En La Araucanía, solo queda el cine de Capitán Pastene como recuerdo de viejas épocas.
Claro, yo tengo ganas de ir para allá, conocer, saber. El mensaje que puedo hacer a quienes lean esto, la invitación es asistir a esta revisión de la historia del cine poco ortodoxa y muy crítica respecto a lo que se ha hecho y lo que se ha dejado de hacer.