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Carlos Aguirre: “La construcción como ser humano y artista siempre es colectiva. Siempre es con el otro”

Considerado uno de los músicos más importantes de la escena folclórica contemporánea de Argentina y Latinoamérica, el multiinstrumentista Carlos Aguirre regresa a Chile, específicamente a Temuco, para presentarse el próximo martes 25 de junio a las 19 horas, en un concierto íntimo y gratuito a realizarse en el Aula Magna de la Universidad Católica de Temuco (Manuel Montt #56).

A seis años de su última visita a la capital de La Araucanía, Aguirre regresa con un repertorio al que ha llamado “Retrospectiva”, recorriendo gran parte de su discografía que, con una veintena de producciones que ha lanzado desde inicios de la década de los 90 ‘s, demuestra su capacidad de reinventarse y redescubrir a través de los sonidos que esconde su país y el territorio.

El músico, que nació en 1961 en la ciudad de Paraná, provincia de Entre Ríos, ha desarrollado una carrera que partió a los 13 años formando parte de agrupaciones, y que hoy le permite recorrer el continente y el mundo. De hecho, la gira que lo trae a Temuco también lo llevará a visitar algunas ciudades de Japón, España y el resto de Europa, por lo que es una oportunidad para escuchar a un músico que se caracteriza por la profundidad y sensibilidad de sus composiciones, así como por la riqueza armónica y melódica de sus arreglos.

Aguirre es también conocido por llevar la música a una práctica filosófica, manteniendo un compromiso inalterable con la autenticidad musical y su deseo de transmitir emociones profundas a través de su música. A partir de la visita que llevará a cabo en las próximas semanas, Aguirre responde a preguntas que permiten entender mejor su forma de ver la vida y la música.

 

-¿Cómo es revisitar tu discografía pensando que una producción habla de una vida pasada?

Para mí es una experiencia súper emotiva, porque me voy encontrando con las personas, mis personas que habitaron cada uno de esos repertorios. Además de eso, un montón de recuerdos de muchas personas muy queridas con las que fuimos construyendo cada una de esas músicas. Yo venía en muchos casos con arreglos escritos a los ensayos, pero también estaba muy receptivo a propuestas de muchos tipos.

En el caso de los guitarristas, muchas veces tuve determinadas ideas de cómo digitar o de cómo interpretar las canciones, e incluso directamente tuve propuestas de cambiar un acorde por otro. Ni hablar del camino con las diferentes personas que estuvieron a cargo de la percusión, que a mí es un lugar que me interesa mucho y lo disfruto muchísimo. Con cada uno hicimos todo un proceso de ir construyendo de alguna forma un lenguaje. Tal vez es muy ambicioso decir así, pero es como una manera de abordar esas músicas. Es una mezcla de ritmos que son por ahí tradicionales o abordajes. Mejor dicho, de esos ritmos tradicionales abordados tradicionalmente y otras maneras tímbricas que no son tan frecuentes. Todo eso nos llevó mucho tiempo. Detrás de cada disco hay mucho proceso, mucha amistad, mucha energía puesta ahí de cada una de estas personas de las cuales estoy súper agradecido.

 

-Has tenido un contacto con la música latinoamericana y específicamente la chilena gracias a tus giras, así como a tu vínculo con la canción a través de su trabajo como arreglador de producciones. ¿Qué recuerdos tienes de esas experiencias?

Hermoso. Siempre hermoso. Con la música siempre se tejen vínculos. No es que la música sea una entidad suelta que uno puede separar en su sentir o en sus recuerdos, siempre está unida a vínculos con un montón de gente que quiero muchísimo, de la que he aprendido un montón. Hubo experiencias de todo tipo, participaciones mutuas, amigos y amigas que participaron en discos míos. Yo tuve la suerte de que me invitaran y participar también en discos de distintas producciones chilenas. En fin, siento un cariño muy grande por Chile. Aparte, hubo etapas donde viajé muchas veces y me quedé tiempos largos allá, me quedaba dos o tres meses cada ida.

 

-¿Qué recuerdas de Temuco?

Tuve la suerte de ir con distintos proyectos. Te hablo que he viajado desde los inicios de los 90 ‘s.

 

-Tres décadas te han permitido ver los cambios que han pasado en ambos lados de la cordillera.

Sí, como de a poco se van tejiendo puentes, en el sentido de que mientras sucede tal cosa en Chile está sucediendo tal otra en Argentina, a nivel de que hay búsquedas hermanas, que yo siento que es como darle una vuelta de rosca a formas tradicionales, pero de alguna manera pensarlas en la actualidad, digamos, tal vez con otros abordajes, con otros recursos. Me refiero a armonías que vienen de otras músicas, o texturas que vienen de otras músicas, otras formas de acompañar. Todo eso siento que, de alguna forma, se va tejiendo en conjunto. Es muy lindo observar eso. Siento que Latinoamérica es un continente que está muy despierto, en efervescencia todo el tiempo musicalmente.

 

Orígenes

-¿Por qué elegiste la música como tu oficio de vida? ¿Cómo nace este llamado?

Mi vínculo con la música es a muy temprana edad, ya que en casa de mis padres se escuchaba muchísima música y, cuando yo nací, mi hermano mayor ya tocaba la guitarra. Había una experiencia vívida en la casa. A partir de allí, como a los cinco años más o menos, mis padres me preguntaron si tenía ganas de estudiar música, porque vieron mi interés. Y bueno, parece que mi respuesta fue positiva y les expresé que el piano era de repente el instrumento que me interesaba en esa primera etapa. Ahí empecé nomás. A los cinco años fui pasando por distintos maestros, generalmente más ligados a la música académica, digamos, pero a la vez en paralelo, yo tocaba en principio con mi hermano, que tocábamos música popular argentina sobre todo. Y después, como a los 13 años, empecé a integrar distintos grupos, siempre relacionado a la música latinoamericana.

Obviamente, el ponerte a tocar determinados ritmos que no te son tan familiares de Latinoamérica, te pone curioso a indagar acerca de cómo se toca y bueno, creo que a partir de finales de los 80 ‘s yo empecé a viajar. Tuve la suerte de tener puertas que se abrieron para empezar a viajar por distintos países latinoamericanos.

Te diría que a mediados de los 80 ‘s, fui a un taller que se dictó en Río de Janeiro sobre música popular de Latinoamérica. Lo dictaron profesores de distintos países. Fui como estudiante, lógicamente. Y ahí se sembraron las ganas de querer conocer más en profundidad cada lugar con cada música. Eso fue sucediendo de a poquito y sigue, es algo que es tan vasto que no me alcanzaría la vida para aprenderlo. Pero bueno, de a poquito fui pudiendo acercarme a esos lugares.

 

-Frente a ese intercambio que nació en Brasil y que siguió con el resto del continente, ¿por qué son tan importantes las relaciones humanas a la hora de componer música?

Lo que pasa es que es la construcción como ser humano y como artista siempre es una construcción colectiva, en el sentido de que, independientemente de que uno tenga etapas así donde se guarda o se consagra a componer en un estado más puro de la palabra, de internarse de alguna manera, siempre ha habido un antes y un después de cada uno de esos momentos que tiene que ver con relacionarse con otra persona y con aprender de las otras personas otras formas de ver el mundo, otras formas de ver determinadas temáticas a las que uno se quiere referir en las letras, incluso de las canciones y otras lógicas, desde el punto de vista de cómo construyen la arquitectura musical.

Cada músico tiene un pensamiento diferente, y eso para mí enriquece un montón la paleta de recursos con las que uno después se mueve. Después uno ve de qué manera hace suyas esas herramientas que aprendió gracias a otra persona. Pero siempre es con el otro, con la otredad, con las otras personas.

 

-Algo que también se traspasa en las relaciones humanas es el cariño, ¿cómo impacta la sensibilidad a la hora de interpretar o crear una canción?

Todo el tiempo hay que hurgar en ese recuerdo sensible, digamos. De hecho, hay una sucesión de recuerdos que nos dispara tal vez un olor o una melodía. Todo eso está guardado en este cuenco sensible que llevamos dentro.

Pero también vuelvo a citar lo colectivo, en el sentido de que otras personas también nos enseñaron a leer algunos sucesos o incluso sucesos de la naturaleza, como pueden ser sentarse frente a un amanecer todos los días. Hay gente que, mediante una reflexión, te abre un campo sensible que vos no sabías que tenías, pero que nadie le había puesto palabras a eso. A partir de algo que alguien te dijo es que vos podés atesorar o guardar esa información con más claridad.

El universo sensible es algo que todo el tiempo está en juego, incluso a mí me parece muy importante. Desde hace unos años, pienso en el estudio como algo más vasto, que no es solamente sentarse al piano, como en mi caso, o la guitarra, sino que también abrevar en otras experiencias como puede ser la contemplación de un atardecer o de un amanecer, leer poesía, leer cosas de interés para uno. Bueno, gente que de alguna forma construyó también otras lógicas.

 

Folclore despojado de límites

-¿Por qué el folclore fue el estilo musical que te abrigó y definió buena parte de tu carrera?

Siento que tiene que ver hasta donde decidí y hasta dónde no, porque como que se decidió un poco solo, en el sentido de que es la música que por ahí más frecuentaba en mi infancia, escuchando no solo lo que se escuchaba en mi casa que era muy abierto, sino una paleta de distintos géneros.

En mi pueblo sucedían festivales, donde tocaban músicos locales y muchas veces la música que se escuchaba ahí era música folclórica. Naturalmente terminé decidiendo o terminé embarcado, diría yo, en la música más cercana, la que incluso pinta estos lugares. En principio por sentirme representado en ese paisaje, lo que nos están contando a nosotros en esa música. Y más adelante lo que vino fue una intención de dar mi propia opinión acerca de eso. Yo también quería sumar algunas palabras a ese relato, algunas palabras de mi propia factura, cómo veo yo este paisaje, cómo veo estas realidades. En un momento ya estaba embarcado en eso. No tuve ni que pensar en qué género me iba a expresar.

Más allá de eso, sí te digo como músico me reconozco muy curioso y me gusta indagar en muchas músicas que no son necesariamente del folclore de nuestros países, pero también buscando abrevar en ellas otros recursos. Aprender también, porque en cada música ha habido desarrollos diferentes. No es que todo esté en nuestro folclore. Si uno piensa la música como un hecho más global, más mundial, hay distintas músicas que han desarrollado aspectos de distintas maneras. Es bueno no cerrarse a conocer otras músicas, también pensando en que eso podría enriquecer nuestra propia música.

 

-El folklore es una forma de expresar ciertos paisajes que existen a lo largo del mundo.

Totalmente. En cada región, porque incluso si uno lo piensa, el folclore está más despojado de un límite político. Miremos el corredor andino, por ejemplo, tiene un montón de regiones, desde la Patagonia hacia Venezuela. Ese mismo corredor va cambiando de color, tiene un montón de otras expresiones a medida que vamos recorriendo toda esa distancia. Así pasa también con distintas regiones de cada país, se diluye un poco esa cosa de las fronteras políticas y pasan a ser regiones más vastas.

No sé, de repente, pienso en la región que yo vivo, le llamamos aquí a la zona de los ríos, la zona del agua dulce. Y en verdad es una región que musicalmente comprende también parte de Uruguay, Paraguay y del sur de Brasil. Desde el punto de vista de la música, hay músicas muy afines que hacen que el río se transforme más bien en un corredor, donde uno va navegando toda esa información y se pierde la división política. Me gusta pensar así los fenómenos artísticos, y no solo artísticos sino toda la vida cultural de las personas. Los límites políticos para mí son consecuencias a veces muy tristes, una forma despiadada de ver el mundo.

 

-¿Despiadada en el sentido utilitarista?

Eso, como capitalista concretamente. Es una expresión del capitalismo en el sentido de que planto mi bandera. Y el problema es que muchas veces cuando sucede esto, los lugares que han sido desde la génesis tus hermanos, se transforman en un posible invasor o lo que fuera. A partir de esas lógicas de divisiones políticas también pasan esas cosas. Algunos piensan que tal música es de tal lugar o de tal otro, y en realidad es de una región mucho más vasta, pero esa mirada que propone esa división nos termina llevando a definiciones mucho más estrechas.

 

-Es como si nos pusiéramos a pelear por quién es el dueño de la décima cuando nos pertenece a todos.

Exacto. Es como una cosa que incluso recorre un montón de geografías que está buenísimo. Y lo lindo es que, en todo caso, en cada lugar va tomando características propias. Pero hay algo, un puente que tiende la décima, por ejemplo, que une un montón de geografías.

 

El músico y el viaje

-En ese sentido, ¿por qué es importante que el músico viaje? ¿Cómo impacta en su formación?

Salir de la zona de confort creo que es la clave para crecer humana y artísticamente. Me parece que está bueno acercarse a ver el espejo que te muestra de inmediato todas las cosas que te faltan aprender.

Uno lo puede ver de dos maneras, o como desesperado por todo lo que te falta aprender, en el sentido como una cosa angustiante, o también con la alegría de saber la diversidad que habita este planeta y todas las cosas que todavía pueden hacer de tu experiencia musical algo más rico, más colorido.

Para mí es re importante averiguar todo el tiempo si hay cosas que no están tan cerca o que no forman parte del universo específico del instrumento que has elegido. Por ejemplo, en mi caso, yo tomo el piano como plataforma, o la guitarra en algunos casos, más allá que no me siento guitarrista, pero sí he compuesto muchas cosas para guitarra. Y me gusta salirme de mis instrumentos de cabecera y meterme con la percusión, estudiar percusión. Después regreso al piano y ya estoy parado desde otro lugar, porque esa experiencia con la percusión me hizo ver mi instrumento desde otro lugar y comprender otras cosas que, tal vez la bibliografía específica de mi instrumento, no me habría permitido esa experiencia.

 

-Podríamos ver a los instrumentos como países que abren esta experiencia de viajar en el sonido.

Me encanta esa analogía que hiciste porque no lo había pensado nunca así, pero me encanta porque en cada país o en cada región vas a visitar nuevas lógicas que te van a interpelar, y van a hacer que revises las lógicas que son naturalizadas o normalizadas en la región donde vivís.

De cada viaje uno vuelve y cuestiona incluso lógicas de cómo se vive en su propio lugar y que hay otras formas que pueden mejorarse que en tal lugar las conocí, en fin. No sé. Me encanta pensar que somos ciudadanos del mundo, y que de alguna forma, independientemente de que uno tenga su creencia, está bueno que circule uno por el mundo para ver otras maneras.

También es un hermoso ejercicio para el ego, en el sentido de que te vas a encontrar con un montón de personas que hacen cosas maravillosas, y eso relativiza mucho lo que uno mismo hace. Pero no para que uno abandone ni nada, sino para que simplemente uno sepa que desde lo que hace puede aportar un granito de arena, una cosita mínima que está buenísimo que exista, pero está buenísimo saber que somos parte de un concierto de todas las personas que aportan un granito de arena, entre todos se arma un paisaje mucho más interesante.

 

-He visto que en algunas entrevistas tuyas citas mucho a Atahualpa Yupanqui, quien nos decía que “la música es una de las cosas que puede salvar al mundo, porque un hombre que busca y encuentra y se solaza horas y días y años y años luz, a través de generaciones, con la belleza, ¿qué otra cosa puede querer que un mundo mejor?”. ¿Qué hace resonar en tí esa frase?

Que hermoso. Pienso que es un posible camino. No es el único, pero sí es un posible camino. La música, el arte es un posible camino de repensarse y de limpiar, sobre todo de limpiarse y sanarse. Cuando uno busca la belleza, cuando uno busca algo profundo para decir, es inevitable que eso interpela también a tu propia persona. ¿Estoy yo a la altura de esto que estoy diciendo? ¿Lo que digo se corresponde con mi vida cotidiana? Eso implica también el trabajo en nuestra vida cotidiana para acercarnos a ese ideal que vamos expresando en algún lugar del arte. Implica sí o sí un laburo o un trabajo de la persona como ser susceptible de ser mejorado. Lo que sí yo agregaría a lo de Atahualpa es el hecho de que no es el único camino para encontrarse. Creo que hay un montón.

 

-Ayer escuchaba a Joe Vasconcelos, quien decía que aunque tuviera que ser con sus manos, la música siempre va a encontrar una forma de expresarse.

Ese es el arte también. A mí me ha pasado de emocionarme mucho frente a una persona, por ejemplo, un actor que hace un monólogo y no tiene más que su cuerpo. Te construye todo un universo sin más que su cuerpo. Y a veces incluso, he visto danzas sin una música que esté sonando, es decir, hay una música en la misma danza y no hace falta que suene algo. Eso es maravilloso.

Lo que intentaba decir antes es que no hay que conferir al arte la exclusividad en la búsqueda de la persona. El arte no es el único camino posible para buscarse. Claro que lo es, pero no es el único (risas).

 

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